3/27/09
La “marca” Medellín después del BID
Mucho se ha hablado por estos días de la importancia de que Medellín hubiera sido la sede de la Reunión de Gobernadores del BID, pero poco se ha dicho sobre las implicaciones que ello tiene para la ciudad desde el punto de vista de branding.
Lo primero que hay que aclarar es que las ciudades, así como las regiones o los países son marcas. Marcas, en el mismo sentido en que lo son Coca Cola y Pepsi. Esto, que muchos ya saben, para otros, como algunos dirigentes políticos todavía es algo que cuesta entender. Para explicarlo, basta decir que una marca es un nombre en torno al cual se generan un conjunto identificable de asociaciones.
Puede ser una definición muy general pero es la única forma como podemos explicar por qué una ciudad como Medellín puede y debe ser vista como una marca. Sobre ella se toman decisiones (visitarla, otorgarle un préstamo a la administración municipal o desarrollar allí un evento, por ejemplo). Y las asociaciones son aquellas ideas o conceptos que un grupo objetivo de personas tiene sobre ese nombre o denominación. De modo que conceptos o ideas como: Flores, fiesta, alumbrados, metro o pujanza, son asociaciones que muchos tienen en su mente vinculados a la marca Medellín.
Lo interesante de las marcas y de las asociaciones que están vinculadas a una marca cualquiera es que son dinámicas y todo el tiempo requieren de esfuerzo para que no se pierdan. Porque si no se les da mantenimiento, esa asociación comienza a desaparecer de la mente de las personas (que es el lugar donde habitan las marcas) o empieza a ser reemplazada por otras asociaciones que no son tan deseables. Es por esto que una marca de gaseosas o de zapatos con la cual teníamos una cercanía muy importante hace unos años y ahora no, es quizás porque ahora tiene unas asociaciones que ya no nos resultan tan atractivas. O al contrario, una marca que antes nos era indiferente, de repente empieza a interesarnos porque la vinculamos, es decir, nos genera asociaciones con elementos que nos gustan o nos interesan.
Lo mismo ha ocurrido con Medellín. En los años 90s las asociaciones de la marca estaban siempre vinculadas principalmente con la violencia. Hoy las principales asociaciones (al menos para un colombiano promoedio) tienen que ver con desarrollo y progreso. Medellín suma desde ahora “sede de la asamblea del BID” como una de las asociaciones más importantes, una asociación que hoy tienen muy pocas ciudades de América y que está vinculada a conceptos como “globalidad”, “relevancia internacional”, entre otras, que seguramente serán claves para seguir fortaleciendo las asociaciones positivas en torno a la marca Medellín.
Ahora, lo más importante y sin lo cual todo lo además carece de sentido es que las asociaciones generan valor. Y para explicarlo en términos simples, basta mencionar lo importante que es para una marca de gaseosas, por ejemplo, estar vinculada en la mente de la gente a un grupo o cantante muy popular, o a conceptos como alegría u optimismo, por ejemplo. Es por todo esto que el tema del valor de marca es tan relevante para una ciudad. El valor de marca es un activo que las compañías incluyen hoy en día en sus balances. Así que las marcas deberían ser parte del informe que un alcalde entrega a su sucesor, por ejemplo.
Hace algún tiempo trabajé para un proyecto que buscaba crear un plan de mercadeo para la ciudad de Medellín del cual salieron hallazgos muy interesantes y de los cuales se aplicó muy poco. Lo interesante es que descubrimos que las asociaciones de marca potenciales que tenía Medellín eran increíbles, únicas y que debían comenzar a construirse de manera estratégica y organizada. Hoy la Asamblea del BID demuestra que Medellín es una marca lista para que le lleguen asociaciones muy positivas que vayan poco a poco borrando y desplazando a aquellas indeseables que ha vivido la ciudad en otras épocas. Qué bueno que los dirigentes políticos entiendan el valor de Medellín como marca y comiencen a sumar no sólo asociaciones como ésta que hoy nos llena de orgullo a todos sino aquellas que estratégicamente harían a la marca Medellín una marca sólida, tal vez una de las marcas más valiosas del continente.
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3/22/09
¿Cuánto debería invertir en marketing?
Esta puede ser una de las preguntas que más taladra el cerebro de cualquier empresario, principalmente de los pequeños y medianos. Sin pecar de obvio, lo primero que hay que decir es que sería imposible pensar en una fórmula que aplicara a todos por igual, pues el marketing y la publicidad son herramientas que el empresario decide utilizar como parte de su estrategia y, como bien sabemos, no hay dos estrategias iguales.
No se puede inocente y pensar que tener un buen producto ya es suficiente para que los consumidores lleguen. Puede que sí, pero como dice Steve McKee, consultor norteamericano en un artículo publicado recientemente por Business Week, esta idea de “construye una buena trampa para ratones y el mundo llegará hasta ti” es bastante equivocada pues el mundo tiene mucho que hacer antes que ir a tocar la puerta de nuestra compañía. Es más inteligente sentarse y analizar cómo lo bueno que tiene la marca se le puede llevar hasta el consumidor para que se informe, se convenza o viva una experiencia con la marca (según el caso).
El primer punto, en mi opinión, es preguntarse cuál es la aproximación que la compañía quiere tener hacia el mercado: Crecer con los clientes actuales, adquirir nuevos clientes, mantener la porción actual de clientes o una mezcla de éstas. Aunque pareciera una pregunta muy básica, ayuda en gran medida a entender el rol del departamento de marketing y la tarea que tendrá la publicidad. Responderla entendiendo, por ejemplo, cuánto se quiere robar de mercado al líder de la categoría, orienta a la hora de establecer la inversión que deberá hacerse en marketing. De igual manera, es fundamental preguntarse si la estrategia buscará generar volúmenes o generar margen. Cuánto y en qué momento de la estrategia deberá darse cada uno.
De ahí nace justamente el segundo paso. Sea mediante una investigación o un análisis profundo, es fundamental entender qué haría que los consumidores compren más, nos prueben o compren un producto o servicio de mayor valor (de acuerdo con nuestra estrategia). No nos olvidemos que el marketing tiene una sola función en el mundo: Generar demanda. Entender de dónde viene el dinero, el esfuerzo y el tiempo que queremos capturar de ese consumidor es esencial en el diseño de la estrategia.
Un punto siguiente y fundamental es entender cómo es la proporción de inversión en publicidad que se da en la categoría. Cada categoría es única y no es posible trasladar esquemas de una categoría a otra (error muy común cuando un cliente pasa de una industria de alimentos a otra totalmente diferente como telefonía celular, por ejemplo). Recuerda McKee que mientras en la industria automotriz, la inversión en marketing es de entre el 2.5 y 3.5% de los ingresos, en la categoría de licores es de entre 5.5 y 7.5%. En bienes de consumo, en cambio, puede variar de 4% a 10%.
Ya dentro de la categoría, en mi concepto, lo más útil puede ser entender las dimensiones de las participaciones de mercado (de acuerdo con la agresividad que pueda asumir la compañía). Lo menos conveniente será tratar de copiar el porcentaje de inversión de otros competidores. Un caso que analiza McKee es el del retail en Estados Unidos. Mientras Wal-mart se puede dar el lujo de invertir no más del 0.4% de los ingresos en marketing, en el caso de Target es del 2%, Best Buy del 3% y Macys del 4%. Influyen: Ser un retail para estratos más difíciles de acceder, ser un retail especializado, ser un competidor menor, etc. Hasta cierto punto es posible decir que el marketing tiene la labor de “compensar” las debilidades en distribución (menor número de establecimientos), en producto (variedad) o en precio (ofertas menos atractivas), por ejemplo.
Pero es importante tener cuidado pues esto no quiere decir que el líder de la categoría deba invertir menos. El caso más claro es Coca Cola, que es líder en inversión en todos los mercados, sobre todo en aquellos en los que es líder. Si bien la inversión en marketing es un buen recurso para “comprar mercado” lo es también, sin duda, para defender y crecer el que ya se tiene. Es posible afirmar como regla general, que los líderes que se mantienen nunca ceden a un retador su liderazgo en inversión de marketing y publicidad.
El marketing y la publicidad, como decía al comienzo, son herramientas (y en esto siempre ayuda pensarlo como un taladro, un destornillador o un martillo). De modo que es lo más útil del mundo cuando se usa adecuadamente y para lo que sirve, y es lo más ineficiente del mundo cuando se usa sin un propósito claro. El mayor error, obviamente, es hacerlo sin estrategia. Nada más lamentable que un competidor que usa el marketing como el botiquín de primeros auxilios cuando las ventas bajan o cuando el competidor sale al aire con un nuevo comercial. Y nada peor que el anunciante que engrosa el PyG con el presupuesto de marketing. Sobra decir que hay que tener un punto de vista inteligente y sustentado. De lo contrario, nuestra gestión de marketing puede convertirse en la más grande de las oportunidades de crecimiento para los competidores.
Esta puede ser una de las preguntas que más taladra el cerebro de cualquier empresario, principalmente de los pequeños y medianos. Sin pecar de obvio, lo primero que hay que decir es que sería imposible pensar en una fórmula que aplicara a todos por igual, pues el marketing y la publicidad son herramientas que el empresario decide utilizar como parte de su estrategia y, como bien sabemos, no hay dos estrategias iguales.
No se puede inocente y pensar que tener un buen producto ya es suficiente para que los consumidores lleguen. Puede que sí, pero como dice Steve McKee, consultor norteamericano en un artículo publicado recientemente por Business Week, esta idea de “construye una buena trampa para ratones y el mundo llegará hasta ti” es bastante equivocada pues el mundo tiene mucho que hacer antes que ir a tocar la puerta de nuestra compañía. Es más inteligente sentarse y analizar cómo lo bueno que tiene la marca se le puede llevar hasta el consumidor para que se informe, se convenza o viva una experiencia con la marca (según el caso).
El primer punto, en mi opinión, es preguntarse cuál es la aproximación que la compañía quiere tener hacia el mercado: Crecer con los clientes actuales, adquirir nuevos clientes, mantener la porción actual de clientes o una mezcla de éstas. Aunque pareciera una pregunta muy básica, ayuda en gran medida a entender el rol del departamento de marketing y la tarea que tendrá la publicidad. Responderla entendiendo, por ejemplo, cuánto se quiere robar de mercado al líder de la categoría, orienta a la hora de establecer la inversión que deberá hacerse en marketing. De igual manera, es fundamental preguntarse si la estrategia buscará generar volúmenes o generar margen. Cuánto y en qué momento de la estrategia deberá darse cada uno.
De ahí nace justamente el segundo paso. Sea mediante una investigación o un análisis profundo, es fundamental entender qué haría que los consumidores compren más, nos prueben o compren un producto o servicio de mayor valor (de acuerdo con nuestra estrategia). No nos olvidemos que el marketing tiene una sola función en el mundo: Generar demanda. Entender de dónde viene el dinero, el esfuerzo y el tiempo que queremos capturar de ese consumidor es esencial en el diseño de la estrategia.
Un punto siguiente y fundamental es entender cómo es la proporción de inversión en publicidad que se da en la categoría. Cada categoría es única y no es posible trasladar esquemas de una categoría a otra (error muy común cuando un cliente pasa de una industria de alimentos a otra totalmente diferente como telefonía celular, por ejemplo). Recuerda McKee que mientras en la industria automotriz, la inversión en marketing es de entre el 2.5 y 3.5% de los ingresos, en la categoría de licores es de entre 5.5 y 7.5%. En bienes de consumo, en cambio, puede variar de 4% a 10%.
Ya dentro de la categoría, en mi concepto, lo más útil puede ser entender las dimensiones de las participaciones de mercado (de acuerdo con la agresividad que pueda asumir la compañía). Lo menos conveniente será tratar de copiar el porcentaje de inversión de otros competidores. Un caso que analiza McKee es el del retail en Estados Unidos. Mientras Wal-mart se puede dar el lujo de invertir no más del 0.4% de los ingresos en marketing, en el caso de Target es del 2%, Best Buy del 3% y Macys del 4%. Influyen: Ser un retail para estratos más difíciles de acceder, ser un retail especializado, ser un competidor menor, etc. Hasta cierto punto es posible decir que el marketing tiene la labor de “compensar” las debilidades en distribución (menor número de establecimientos), en producto (variedad) o en precio (ofertas menos atractivas), por ejemplo.
Pero es importante tener cuidado pues esto no quiere decir que el líder de la categoría deba invertir menos. El caso más claro es Coca Cola, que es líder en inversión en todos los mercados, sobre todo en aquellos en los que es líder. Si bien la inversión en marketing es un buen recurso para “comprar mercado” lo es también, sin duda, para defender y crecer el que ya se tiene. Es posible afirmar como regla general, que los líderes que se mantienen nunca ceden a un retador su liderazgo en inversión de marketing y publicidad.
El marketing y la publicidad, como decía al comienzo, son herramientas (y en esto siempre ayuda pensarlo como un taladro, un destornillador o un martillo). De modo que es lo más útil del mundo cuando se usa adecuadamente y para lo que sirve, y es lo más ineficiente del mundo cuando se usa sin un propósito claro. El mayor error, obviamente, es hacerlo sin estrategia. Nada más lamentable que un competidor que usa el marketing como el botiquín de primeros auxilios cuando las ventas bajan o cuando el competidor sale al aire con un nuevo comercial. Y nada peor que el anunciante que engrosa el PyG con el presupuesto de marketing. Sobra decir que hay que tener un punto de vista inteligente y sustentado. De lo contrario, nuestra gestión de marketing puede convertirse en la más grande de las oportunidades de crecimiento para los competidores.
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3/16/09
Las lecciones de un trabajo bien hecho
Con la idea de mirar casos de marcas que han hecho un buen trabajo recientemente, nos encontramos con el caso de McDonalds. Es innegable que la cadena de comidas rápidas ha hecho una labor muy positiva que le ha permitido fortalecer su posición competitiva en muchos países del mundo. De las asociaciones de marca que veíamos a principios de esta década en el documental “Super Size Me”, que mostraban un McDonalds vinculado con grasa y enfermedad, hoy vemos una imagen mucho más positiva que responde proactivamente a las necesidades del nuevo consumidor. Sin más ánimo que aprender de lo que ha sabido hacer bien McDonalds, vale la pena recoger algunas lecciones, a partir del análisis de expertos y de lo que cualquiera de nosotros, como un consumidor desprevenido puede identificar.
La primera lección, en mi opinión, está relacionada con decir la verdad. Publicar la información nutricional al respaldo de los individuales, mostrar la realidad de los proveedores y subir videos a Youtube para explicarle a la gente cómo están hechos los empaques para ser amigables con el ambiente, son una muestra de transparencia. La verdad siempre será el mejor antídoto contra el rumor o contra el mito urbano en contra de las marcas. Todos nos sorprendimos al ver en las tablas nutricionales la realidad de las calorías o las proteínas con respecto a la idea que teníamos.
La segunda lección nos dice que un cambio en el “software” siempre debería ser el resultado de un cambio en el “hardware”. Es decir, que los cambios de imagen, para que sean efectivos, siempre deben estar respaldados por transformaciones reales de los productos o los servicios. Si bien es posible hacer una campaña publicitaria creando percepciones, esas percepciones sólo serán duraderas en la medida en que detrás estén los productos respaldándolas. McDonalds ha hecho un gran esfuerzo creando productos de calidad superior, apoyados por chefs reconocidos en cada país, ha fortalecido ensaladas y otros platos con valores de salud y cuidado. No han sido palabras sino hechos. Como lo reconocía Interbrand en su informe del 2008, la innovación en productos saludables y libres de grasas trans, por ejemplo, han sido claves en comenzar a transformar esa la imagen del pasado.
Una tercera lección nos dice que es posible buscar nuevos targets sin perder los que ya se han conquistado. Si bien en alguna época nos pareció que McDonalds tenía un enfoque completamente infantil y esto lo llevó seguramente a perder cercanía con los jóvenes, hoy nos muestra una marca que es capaz de llegar a muchos grupos objetivos sin dejar de ser atractiva a los niños. La creación de los cafés le ha dado un espacio competitivo entre los adultos que han encontrado una buena razón para volver a acercarse a la marca.
La última, y no menos importante de las lecciones tiene que ver con la experiencia de marca y el valor de lo sensorial. La transformación de los espacios físicos que lo hacen ver hoy los restaurantes como lugares más exclusivos y minimalistas, han ayudado a que la gente se sienta más como en un café o incluso en un lounge, que en un restaurante de comidas rápidas. Aunque el trabajo de transformación de los locales no ha culminado, algunos de los que ya se han remodelado muestran, sin duda, una nueva cara.
La transformación de imagen de McDonalds da sus frutos. En un comunicado de prensa del pasado mes de enero, la corporación anunció un crecimiento del 7% en ventas a nivel global, un resultado muy distinto al que muchas compañías están experimentando por estos días. McDonalds ha hecho un esfuerzo por mostrar una nueva imagen y el consumidor lo reconoce. No quiero decir que la labor esté culminada pero pensando un poco en el pasado creo que todos coincidimos en que el cambio se nota claramente. La percepciónn que hoy tienen los consumidores con respecto a la marca es superior y eso es, sin duda, más valor para la marca.
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3/3/09
¡Pilas! Facebook atrofia
Se acaba de publicar en el Reino Unido una investigación que afirma que las redes sociales afectan la mente de aquellos que están conectados todo el tiempo. Sus principales consecuencias: Desórdenes de atención, búsqueda de sensacionalismo, dificultades para empatizar con otras personas e identidad inestable.
El estudio, desarrollado por Lady Greenfield, profesora de farmacología de Oxford, advierte que los ciudadanos de mediados de este siglo podrían estar caracterizados por una actitud de vida “infantilizada”, en la que hay atención únicamente por el aquí y el ahora y en el que se distorsiona la realidad. Afirma que los ciudadanos se comportarían como personajes de un video juego en el que siempre hay la opción de jugar de nuevo, así como la búsqueda de la recompensa inmediata.
El estudio, sin duda, es serio y tiene a las autoridades del Reino Unido (que son mucho más mesurados que los gringos) analizando cómo sitios tipo Facebook o Twitter podrían estar afectando realmente a los más jóvenes. No creo que se pueda dudar de la seriedad de los resultados, pero en estos casos creo que vale la pena recordar cuántas veces los seres humanos han tratado de satanizar lo nuevo. Es innegable que los avances tecnológicos van transformando la humanidad, y con ello el comportamiento y la forma de actuar de los seres humanos. Creo que tal cual pasará con aquellos que crezcan incorporando las redes sociales a su estilo de vida.
En primer lugar, es posible que se relativice el concepto de privacidad y que se repiense el concepto de lo público y lo privado. Cuando estamos en Facebook y vemos como los espacios privados (una fiesta o un viaje) puede ser visto por personas que no estuvieron presentes, y que aquellos que estuvieron presentes encuentran un placer en difundir esos espacios privados, sí vemos claramente un cambio esencial en lo que significa la vida privada en nuestra cultura. Es evidente que el “premio” de ser famoso o reconocido en la red puede ser un estímulo que promueva ese nuevo concepto de privacidad.
Igual ocurre con estas pequeñas líneas que describen nuestro estado y que están presentes en nuestros sistemas de mensajería instantánea o en nuestros perfiles. Esa forma de llamar la atención, así como generar códigos en un grupo cercano o incluso la pareja, también transforma las relaciones de los seres humanos porque hace que el seguimiento de un hecho o de un estado emocional de una persona pueda hacerse sin tener que entrar en contacto con esa persona. De modo que el concepto de intimidad se revalúa. De hecho, la profesora Greenfield reconoce que con las redes sociales se pierde la conciencia de cuánta gente está teniendo acceso a lo que estamos publicando sobre nosotros. La gente se hace más desinhibida y menos avergonzada de contar detalles íntimos de su vida.
Es por todo esto que la reevaluación del concepto de intimidad, así como los nuevos estándares de atención y la visión diferente sobre sí mismo son parte de ese consumidor de los próximos años. Para las autoridades y para los autores del estudio seguramente es importante alertar sobre los riesgos sociales. En nuestro caso, creo que es una excelente oportunidad de entender lo que mueve a ese consumidor del futuro y una forma inteligente de enganchar desde ahora con sus complejos y limitados niveles de atención así como su particular forma de relacionarse socialmente. Pienso que más que una alarma, puede ser para nosotros una gran oportunidad.
Se acaba de publicar en el Reino Unido una investigación que afirma que las redes sociales afectan la mente de aquellos que están conectados todo el tiempo. Sus principales consecuencias: Desórdenes de atención, búsqueda de sensacionalismo, dificultades para empatizar con otras personas e identidad inestable.
El estudio, desarrollado por Lady Greenfield, profesora de farmacología de Oxford, advierte que los ciudadanos de mediados de este siglo podrían estar caracterizados por una actitud de vida “infantilizada”, en la que hay atención únicamente por el aquí y el ahora y en el que se distorsiona la realidad. Afirma que los ciudadanos se comportarían como personajes de un video juego en el que siempre hay la opción de jugar de nuevo, así como la búsqueda de la recompensa inmediata.
El estudio, sin duda, es serio y tiene a las autoridades del Reino Unido (que son mucho más mesurados que los gringos) analizando cómo sitios tipo Facebook o Twitter podrían estar afectando realmente a los más jóvenes. No creo que se pueda dudar de la seriedad de los resultados, pero en estos casos creo que vale la pena recordar cuántas veces los seres humanos han tratado de satanizar lo nuevo. Es innegable que los avances tecnológicos van transformando la humanidad, y con ello el comportamiento y la forma de actuar de los seres humanos. Creo que tal cual pasará con aquellos que crezcan incorporando las redes sociales a su estilo de vida.
En primer lugar, es posible que se relativice el concepto de privacidad y que se repiense el concepto de lo público y lo privado. Cuando estamos en Facebook y vemos como los espacios privados (una fiesta o un viaje) puede ser visto por personas que no estuvieron presentes, y que aquellos que estuvieron presentes encuentran un placer en difundir esos espacios privados, sí vemos claramente un cambio esencial en lo que significa la vida privada en nuestra cultura. Es evidente que el “premio” de ser famoso o reconocido en la red puede ser un estímulo que promueva ese nuevo concepto de privacidad.
Igual ocurre con estas pequeñas líneas que describen nuestro estado y que están presentes en nuestros sistemas de mensajería instantánea o en nuestros perfiles. Esa forma de llamar la atención, así como generar códigos en un grupo cercano o incluso la pareja, también transforma las relaciones de los seres humanos porque hace que el seguimiento de un hecho o de un estado emocional de una persona pueda hacerse sin tener que entrar en contacto con esa persona. De modo que el concepto de intimidad se revalúa. De hecho, la profesora Greenfield reconoce que con las redes sociales se pierde la conciencia de cuánta gente está teniendo acceso a lo que estamos publicando sobre nosotros. La gente se hace más desinhibida y menos avergonzada de contar detalles íntimos de su vida.
Es por todo esto que la reevaluación del concepto de intimidad, así como los nuevos estándares de atención y la visión diferente sobre sí mismo son parte de ese consumidor de los próximos años. Para las autoridades y para los autores del estudio seguramente es importante alertar sobre los riesgos sociales. En nuestro caso, creo que es una excelente oportunidad de entender lo que mueve a ese consumidor del futuro y una forma inteligente de enganchar desde ahora con sus complejos y limitados niveles de atención así como su particular forma de relacionarse socialmente. Pienso que más que una alarma, puede ser para nosotros una gran oportunidad.
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¿Será la emoción o será la razón?
Brand Immortality, un libro publicado recientemente en el Reino Unido trae de nuevo el gran debate: ¿Qué le sirve más a una marca para vender: La razón o la emoción? Los autores, dos experimentados publicistas, hicieron un recorrido por más de 800 casos exitosos para entender cuáles eran las claves que habían permitido que esas marcas lograran los mejores resultados.
El primero de los hallazgos es que las campañas que tienen elementos emocionales generan casi el doble de ganancias para la compañía, que aquellas que usan únicamente elementos racionales. Las campañas que son capaces de mezclar emoción y razón logran un mejor desempeño que aquellas que se basan únicamente en la razón, pero no llegan a los estándares de aquellas que incluyen únicamente emoción.
En este sentido, tal vez el hallazgo más relevante es que las campañas emocionales inciden directamente sobre la variable conocida como “sensibilidad al precio”, es decir, la disponibilidad que tiene un consumidor de pagar más por una marca en comparación con otras de la categoría. Esto introduce un elemento que es fundamental en el marketing hoy, y que lo traen a colación Pringle y Field (autores del libro), la realidad es que el valor de las compañías hoy ha migrado de los activos tangibles a los intangibles. La diferenciación está dada cada vez más por la marca y la conexión que ésta logre con sus consumidores y no, como hace unos años, con los activos físicos que poseía la compañía.
De esta manera, tener un marca por la cual el consumidor esté dispuesto a pagar más, se convierte en un factor altamente diferenciador. Esta conclusión resulta muy interesante, sobre todo en el contexto del Reino Unido y Europa en general, donde las marcas propias o marcas de supermercado, han logrado una penetración tan alta. Es fundamental que cuando el consumidor llegue hasta la estantería del supermercado exista un vínculo previo que genere preferencia.
Entre las conclusiones que mencionan los autores vale también la pena destacar aquello que tiene que ver con las crisis económicas. Debido a que el análisis de casos desarrollado por ellos incluyó dos momentos económicos coyunturales, el gran hallazgo es que la comunicación emocional sí es relevante durante las épocas de crisis. Dicen los autores que los mensajes cargados de emoción y las campañas que comprometen emocionalmente a los consumidores (generando voz a voz o incluyendo la participación activa de éstos) ayudan definitivamente para que la crisis no afecte tanto a la marca.
Aunque es claro que en los momentos difíciles los consumidores reevalúan sus prioridades y sus métodos de compra, la marca que ya tiene un vínculo emocional construido está en una posición competitiva muy superior a quien sólo le ha entregado al consumidor razones que posiblemente le hayan servido para cerrar una venta en el corto plazo pero no para construir un vínculo de largo plazo. Son, entonces, las marcas que han fortalecido ese territorio emocional las que tienen, como dicen los autores, más posibilidades de convertirse en marcas realmente inmortales.
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