¡Pilas! Facebook atrofia
Se acaba de publicar en el Reino Unido una investigación que afirma que las redes sociales afectan la mente de aquellos que están conectados todo el tiempo. Sus principales consecuencias: Desórdenes de atención, búsqueda de sensacionalismo, dificultades para empatizar con otras personas e identidad inestable.
El estudio, desarrollado por Lady Greenfield, profesora de farmacología de Oxford, advierte que los ciudadanos de mediados de este siglo podrían estar caracterizados por una actitud de vida “infantilizada”, en la que hay atención únicamente por el aquí y el ahora y en el que se distorsiona la realidad. Afirma que los ciudadanos se comportarían como personajes de un video juego en el que siempre hay la opción de jugar de nuevo, así como la búsqueda de la recompensa inmediata.
El estudio, sin duda, es serio y tiene a las autoridades del Reino Unido (que son mucho más mesurados que los gringos) analizando cómo sitios tipo Facebook o Twitter podrían estar afectando realmente a los más jóvenes. No creo que se pueda dudar de la seriedad de los resultados, pero en estos casos creo que vale la pena recordar cuántas veces los seres humanos han tratado de satanizar lo nuevo. Es innegable que los avances tecnológicos van transformando la humanidad, y con ello el comportamiento y la forma de actuar de los seres humanos. Creo que tal cual pasará con aquellos que crezcan incorporando las redes sociales a su estilo de vida.
En primer lugar, es posible que se relativice el concepto de privacidad y que se repiense el concepto de lo público y lo privado. Cuando estamos en Facebook y vemos como los espacios privados (una fiesta o un viaje) puede ser visto por personas que no estuvieron presentes, y que aquellos que estuvieron presentes encuentran un placer en difundir esos espacios privados, sí vemos claramente un cambio esencial en lo que significa la vida privada en nuestra cultura. Es evidente que el “premio” de ser famoso o reconocido en la red puede ser un estímulo que promueva ese nuevo concepto de privacidad.
Igual ocurre con estas pequeñas líneas que describen nuestro estado y que están presentes en nuestros sistemas de mensajería instantánea o en nuestros perfiles. Esa forma de llamar la atención, así como generar códigos en un grupo cercano o incluso la pareja, también transforma las relaciones de los seres humanos porque hace que el seguimiento de un hecho o de un estado emocional de una persona pueda hacerse sin tener que entrar en contacto con esa persona. De modo que el concepto de intimidad se revalúa. De hecho, la profesora Greenfield reconoce que con las redes sociales se pierde la conciencia de cuánta gente está teniendo acceso a lo que estamos publicando sobre nosotros. La gente se hace más desinhibida y menos avergonzada de contar detalles íntimos de su vida.
Es por todo esto que la reevaluación del concepto de intimidad, así como los nuevos estándares de atención y la visión diferente sobre sí mismo son parte de ese consumidor de los próximos años. Para las autoridades y para los autores del estudio seguramente es importante alertar sobre los riesgos sociales. En nuestro caso, creo que es una excelente oportunidad de entender lo que mueve a ese consumidor del futuro y una forma inteligente de enganchar desde ahora con sus complejos y limitados niveles de atención así como su particular forma de relacionarse socialmente. Pienso que más que una alarma, puede ser para nosotros una gran oportunidad.
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