¿Por qué falló el marketing de la marcha?
Es evidente la diferencia en el número de participantes en la marcha del 4 de febrero vs. la del pasado viernes. Una marcha es una idea y, como cualquier producto, lleva detrás una “decisión de compra”. En las marchas anteriores los colombianos compraron la idea. En esta, la compra fue mucho menos masiva.
Haciendo un análisis únicamente desde el punto de vista de mercadeo, podemos decir que el primero de los factores que pudo haber fallado es, sin duda, el agotamiento de la gente frente al recurso de la marcha. Si bien los colombianos sintieron que el histórico 4 de febrero era una oportunidad única para mostrar su rechazo a la guerrilla, hoy la marcha puede verse como una más en medio de las protestas diarias en contra o a favor de cualquier causa. Hace algunos años, recuerdo que siempre se decía que en Colombia nadie salía a manifestarse contra nada. Hoy creo que el recurso de la marcha es mucho más usado por todos los sectores sociales y políticos.
Pero, en mi opinión, la razón más importante para que los colombianos hayan decidido “no marcharle” a la marcha del viernes pasado tiene sus raíces en la operación Jaque. Hoy los colombianos tienen muy claro que a la guerrilla hay que combatirla con inteligencia militar pues, de alguna manera, sienten que los clamores del pueblo y de los ex secuestrados en nada conmueven a los guerrilleros. Otra hipótesis que vale la pena añadir al análisis es que quizás para muchos colombianos el problema de los secuestrados terminó con la Operación Jaque y con la fuga de Lizcano. Y aunque si bien los medios nos recuerdan todo el tiempo que hay muchos colombianos que siguen secuestrados, para el colombiano promedio el tema del secuestro, del cual Ingrid logró convertirse en el icono fundamental, es una página que ya se quiere pasar.
Y es que los ciudadanos ante una marcha son mucho más consumidores que ciudadanos. No actuamos por la lógica ni nos guiamos por la razón. Si fuera así, todo el mundo se hubiera volcado a las calles el pasado viernes, tal como lo hicimos el 4 de febrero o el 20 de julio. Pero el punto fundamental es que, como en el mercadeo, las grandes respuestas las mueven las emociones y no las razones. En el caso del 4 de febrero, la emoción detonante era la rabia profunda que producía ver las pruebas de supervivencia, la mentira revelada con el niño Emmanuel, la crueldad y la indiferencia de la guerrilla. El 20 de julio la razón era una celebración de poder. La Operación Jaque, en ese momento tan reciente, era la oportunidad de celebrar, tal vez por primera vez en la historia del país, el factor sorpresa ligado al Estado y no a la guerrilla.
Por eso yo no creo que la razón para no asistir a la marcha hayan sido las pirámides y menos lo creo que haya sido el frío o las lluvias. Si bien la Navidad parece una razón suficiente con una carga emocional profunda, los colombianos no se unieron a la marcha simplemente porque no había un sentimiento aglutinador. Así que no obstante la convocatoria inmejorable de todos los medios de comunicación y la invitación de la propia Ingrid (aunque creo que hubiera ayudado mucho su presencia en Colombia desde el punto de vista de marketing) o la convocatoria de Juanes, considero que no alcanzaron para detonar en los consumidores el deseo de participar que se había logrado en otras ocasiones. Todo esto nos recuerda que todos los recursos del mundo no son más fuertes que una idea ligada a un sentimiento emocional profundo, una verdad que con frecuencia olvidamos en el marketing de productos o servicios.
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